PLAZA EMBAJADA DE ISRAEL
Ubicación: CABA, Bs. As., Argentina.
Son veintinueve monumentos, la re-presentación de los inocentes; pero parecen uno, son iguales y distintos. Están separados, son individuales pero indivisibles, nos contienen entre todos, sostienen y construyen nuestro camino, tortuoso, difícil, cuesta arriba.
Las lápidas se ordenan con rigor y constreñidas al reducido espacio, el cementerio Staro-Nueva Sinagoga de Praga, completan la manzana, parodia de completamiento; el escorzo es masa, pero es vacío. El orden riguroso contrasta con el laberíntico recorrido, fluido vital que circula por sus vísceras, sugerencia de Estrella de David.
El fluido es sonido, casi no la vemos pero el agua está, domina la audición como la luz la visión, controlada, contenida, formada, variada por la secuencia de lápidas, huecos, rampas.
La ausencia muta en rotunda presencia, según la miremos, el pesado hormigón también es lámina, es un edificio y también un vacío, es espacio público pero semeja un edificio más, el atajo nos invita a entrar pero hay que atreverse, es recova pero no cubre.
Es un acontecimiento inesperado, como la explosión, pero que invita a ser descubierto, cosa nada fácil, es agobiante, relajante, sorprendente, exigente, duro, la presencia de las víctimas será aplastante, no permaneceremos indiferentes.
Es el fantasma de la destrucción, un esqueleto, un edificio sin fachadas, un tamiz a la ruina, un enfoque forzado, torturado, de los restos de la Embajada.
Es construcción, caminar solos de una reunión a otra, de un evento a otro, de un espacio a otro, de la oscuridad hacia la luz.
No es simple rememoranza, es participación existencial y compenetración con el hecho acontecido, perenne recuerdo como fuente primaria, originaria, garantía de presente y futuro.